Escultura en piedra arenisca coloreada con pintura acrílica
Medidas aproximadas:
alto 46 cms
ancho 35 cms.
profundo 30 cms.
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(de José María Heredia,
poeta cubano / 1803-1839)
El cielo está puro,
La noche tranquila, y plácida reina
La calma en el mar.
En su campo inmenso el aire dormido
La flámula inmóvil no puede agitar.
Ninguna brisa llena las velas,
Ni alza las ondas viento vivaz.
En el oriente débil meteoro
Brilla y disípase leve, fugaz.
Su ebúrneo semblante nos muestra la luna,
Y en torno la ciñe corona de luz.
El brillo sereno argenta las nubes,
Quitando a la noche su pardo capuz.
Y las estrellas, cual puntos de oro,
En todo el cielo vénse brillar.
Como un espejo terso, bruñido,
Las luces trémulas refleja el mar.
La calma profunda de aire, mar y cielo,
Al ánimo inspira dulce meditar.
Angustias y afanes de la triste vida,
Mi llagado pecho quiere descansar.
Astros eternos, lámparas dignas,
Que ornáis el templo del Hacedor;
Sedme la imagen de su grandeza,
Que lleve al ánimo santo pavor.
¡Oh piloto! la nave prepara:
A seguir tu derrota dispónte,
Que en el puro lejano horizonte
Se levanta la brisa del sur;
Y la zona que oscura lo ciñe,
Cual la luz presurosa se tiende,
Y del mar, cuyo espejo se hiende,
Muy más bello parece el azul.
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